lunes, 16 de septiembre de 2013

La Lamentable Historia de los Catalanes

  JOSÉ MARÍA ALONSO
Jose Maria Alonso 1En el Londres de 1714 se podía adquirir por un chelín la publicación „ The Deplorable History of the Catalans” , que da nombre a este artículo, en la que se recogen los motivos, declaraciones y alianzas de los catalanes para con la causa austracista durante la guerra de sucesión española. Algunas palabras ¨amigas¨ pueden confundir al lector español, como es el caso de la voz inglesa ¨deplorable¨ que no tiene el significado peyorativo que la voz española ¨deplorable¨ posee actualmente. Más bien al contrario, lo deplorable es lo que ocurre hoy con el nacionalismo cateto catalán y lo lamentable es que los catalanes y el resto de los españoles tengamos que sufrir en nuestras carnes intelectuales las sandeces de todos los nacionalistas, catalanes y españoles, paletos no solo en el porte y aspecto, sino también en pensamiento, palabra y obra.

Los hechos de existencia registrados por los historiadores hablan por sí mismos: Cataluña jamás quiso ser independiente ni autodeterminarse, ni erigirse en Estado, salvo el experimento de 1934.

Hemos de remontarnos a la muerte del último Rey de la casa de Austria, Carlos II el Hechizado, que al morir sin descendencia deja en su testamento la voluntad de que le suceda a título de Rey de España el nieto de Luis XIV Rey de Francia, el duque de Anjou, que reinará con el nombre de Felipe V, primer monarca de la dinastía de Borbón.

La cuestión es que los catalanes no aceptaban a Felipe V porque sospechaban que no iba a respetar sus fueros, leyes y privilegios, igualándolos a los de Castilla, cosa que efectivamente hizo. De manera que los catalanes, incitados por Inglaterra, decidieron apoyar la causa austracista, pues la creían garante de sus priviliegios, para lo que contaban con los enemigos de Luis XIV, principalmente el emperador Leopoldo de Austria y Guillermo de Orange, quienes se oponían a la alianza francoespañola que dominaría Europa y el comercio con América.

Pero he aquí que en los estertores de la guerra de sucesión española se celebran elecciones en Inglaterra y ganan los ¨tories¨ con Henry St. John, vizconde de Bolingbroke a la cabeza como Secretario de Estado, quien es designado por la Reina Ana de Inglaterra como negociador para los tratados de paz de Utrecht, y es Bolingbroke quien deseoso de alcanzar la paz decide claudicar ante la obstinación de Felipe V y renunciar a que éste se comprometiera a mantener los privilegios catalanes.

Con posterioridad, el embajador en Londres de los Tres Excelentísimos Comunes de Cataluña (la Diputación del General de Cataluña, el Consejo de Ciento de Barcelona y el Brazo Militar de Cataluña), Pablo Ignancio de Dalmases, consigue que la Reina Ana de Inglaterra le reciba a título individual para que ésta le diga que ya ha hecho lo que ha podido por Cataluña. En ningun momento se puede colegir que Cataluña quisiera su independencia de España, sino su pertenencia a España bajo el monarca que respetase sus fueros y privilegios, beneficiándose de esa manera del comercio con América y de cierta independencia institucional integrada como siempre había estado dentro de España. 

Finalmente En julio de 1714 Bolingbroke también rechazó una última propuesta de Dalmases para que la reina Ana «tome en depósito a Cataluña o por lo menos Barcelona y Mallorca hasta la paz general sin soltarlas a nadie hasta que mediante tratado se adjudiquen y se asegure la observancia de sus privilegios»

Finalmente, los fueros y privilegios catalanes quedan eliminados mediante la aplicación por Felipe V de los decretos de nueva Planta en 1716, y no es hasta el advenimiento de la II República en 1931, huído de España el tataranieto de Felipe V de Borbón, Alfonso XIII de Borbón, que se restituyen parte de los fueros y privilegios a los que históricamente Cataluña tenía y tiene derecho, incardinada dentro de España, para ser nuevamente abolidos por el General borbónico Francisco Franco.

Travestidos los fueros a la muerte del dictador en un constructo aberrante conocido como Autonomía, que afecta además a las demás regiones de España, impidiendo que se desarrollen de manera natural las divisiones comarcales en distritos administrativos y circunscripciones electorales que permitirían avanzar hacia la democracia, Cataluña es víctima hoy de una clase política que no está a la altura de lo que la cultura y la historia catalana merecen. Sólo es posible que a través del conocimiento de su verdadera historia, lo que es la democracia y la libertad política colectiva y con el reconocimiento y respeto de todos los españoles hacia su historia y su cultura, los catalanes se libren de unos políticos que no los representan y que no deberían merecer, y junto al resto de los españoles caminemos juntos hacia la libertad republicana constitucional, garante de nuestros derechos.

Fuente: diariorc.com